¿Preparándose para la paz? Lecciones de la Antigüedad en una Europa incierta

Durante décadas, muchos europeos dieron por sentada la paz y la seguridad. Sin embargo, los recientes acontecimientos geopolíticos nos han recordado que la paz, además de ser valiosa, también es profundamente precaria. Las amenazas de guerra ya no se limitan a continentes lejanos, ni siquiera a las fronteras europeas. Las nuevas inversiones masivas en defensa militar reflejan una realidad preocupante, mientras que el viejo adagio latino «si vis pacem, para bellum» ( «si quieres la paz, prepárate para la guerra») vuelve a interpretarse literalmente y a considerarse un principio esencial.
En cierto modo, los dilemas de nuestro tiempo y los desencantos recientes parecen reflejar ideas ya debatidas por autores de los primeros siglos del Imperio Romano. Esta era, tan a menudo idealizada por su Pax Romana , comenzó cuando el primer emperador, Augusto, emergió victorioso de las guerras civiles que desgarraron la República Romana, derrotando a Marco Antonio y Cleopatra en Actium en el año 31 a. C. A partir de entonces, proclamó una nueva era de estabilidad y prosperidad. Esta «paz», que perduró dos siglos hasta la muerte de Marco Aurelio en el año 180 d. C., fue ampliamente celebrada en todo el imperio, incluso mientras las legiones romanas continuaban librando guerras en sus fronteras, de norte a sur y de oeste a este. La ilusión de una paz duradera ocultaba así tensiones latentes.
Los intelectuales de la época reflexionaban con frecuencia sobre el concepto de Pax Romana , y muchos ensalzaban este estado aparentemente bendito en sus obras literarias. Sin embargo, este elogio no significaba que ignoraran sus contradicciones. Al contrario, cuestionaban seriamente qué era realmente la paz y cómo podía preservarse para las generaciones futuras. Uno de los principales recursos de este discurso pacifista era el uso de exempla : historias de figuras ilustres del pasado, destinadas a instruir al lector sobre la complejidad del comportamiento humano, destacando tanto las virtudes como los vicios.
En ocasiones, estos autores se dirigían directamente a los emperadores, intentando influir en sus decisiones y guiarlos hacia la preservación de esta frágil paz. El filósofo y biógrafo griego Plutarco de Queronea, por ejemplo, recopiló alrededor de quinientas anécdotas en la obra «Dichos de reyes y generales », dedicada al emperador Trajano alrededor del año 117 d. C., el último año de su reinado expansionista. Análisis recientes sugieren que, a través de estos ejemplos , Plutarco buscaba animar al emperador a priorizar la estabilidad interna del imperio, siguiendo el ejemplo del «pacificador» Augusto.
Ironía del destino: muchos de los héroes retratados por Plutarco y sus contemporáneos participaron activamente en guerras, a menudo como comandantes. Esto no sorprende, ya que los conflictos suelen ser escenario de acciones extraordinarias y complejos dilemas éticos. Sin embargo, la sangrienta dinámica del pasado grecorromano enseñó a los escritores de los siglos I y II que el sueño de una Pax Romana perpetua podía ser en sí mismo una ilusión. La paz no debe darse por sentada. El hecho de que repasaran repetidamente los horrores y traumas de generaciones anteriores revela una profunda conciencia de su fragilidad.
Hoy, ante una nueva ola de inseguridad, la tradición clásica no nos ofrece respuestas sencillas ni soluciones fáciles. Pero nos recuerda que la paz requiere un esfuerzo continuo y la valentía de aprender del pasado. Así como los intelectuales romanos buscaban forjar su futuro reflexionando sobre conflictos anteriores, nosotros también debemos seguir revisando la historia, no para glorificar la guerra, sino para posponer, prevenir o mitigar lo que a veces parece inevitable.
Laurens van der Wiel, investigador postdoctoral en la Universidad de Varsovia, y Wim Nijs, investigador postdoctoral en la Universidad de Toronto y ponentes en la Conferencia Celta de Clásicos
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