Los líderes económicos del país admitieron en el SPIEF que el viejo modelo de crecimiento ha perdido fuerza.

Modelo: Viejo barco en nuevas aguas
En el Foro quedó claro que las autoridades ya no discuten si es necesario cambiar el modelo económico, sino sobre cuál cambiar y cómo no “hundir el barco” de la economía nacional en el proceso.
Los líderes del bloque económico tienen opiniones diferentes. El ministro de Finanzas, Antón Siluanov, sigue apostando por la estabilidad: «Vivimos en un mundo complejo, Rusia crece a un ritmo de sobresaliente, estamos rodeados de sanciones, y ustedes hablan de cambiar el modelo. Debemos apostar por la soberanía tecnológica; el modelo funciona». Pero este «funciona» se escucha cada vez con más escepticismo; después de todo, hace apenas un año el ministro prometió alegremente un superávit presupuestario, y hoy se ve obligado a admitir: «Ya no sobra. Estamos rindiendo al máximo».
Su colega en el gabinete, Maxim Reshetnikov, se mostró mucho menos optimista. Sus discursos estuvieron acompañados de ecos alarmantes: la economía está al borde de la recesión, el sector empresarial experimenta una desaceleración y casi no quedan recursos para un nuevo avance. «Según la percepción del sector empresarial, ya parece que estamos al borde de la transición a la recesión», admitió el ministro. Y propuso no una revolución, sino una transición «sucesiva»: no una ruptura total, sino intentar reactivar la economía sin una reforma integral.
La fórmula más clara la expresó la presidenta del Banco Central, Elvira Nabiullina: "Muchos de estos recursos están realmente agotados; necesitamos pensar en un nuevo modelo de crecimiento". En su vocabulario, se escuchaban cada vez más palabras como "límites", "motores agotados" y "restricciones estructurales". El tipo de interés clave —un dolor de cabeza, al parecer, para todos los participantes del foro—, según ella, debería reducirse gradualmente, pero sin fanatismo: la inflación, a pesar de todos los esfuerzos, sigue siendo bastante alta.
En resumen, los contornos del modelo futuro aún son inciertos. El período 2022-2023 ofrecía una ilusión de estabilidad: crecimiento del PIB superior al 4%, bajo desempleo y una balanza comercial exterior estable. Pero en 2025, el ritmo se desaceleró (1,4% según los últimos datos), la producción industrial está perdiendo terreno y los ingresos presupuestarios se están agotando más rápido de lo previsto. Los debates al margen del SPIEF giraban cada vez más en torno a la escasez de diversos recursos: personal en el mercado laboral, capacidad de producción, fondos del Fondo Nacional de Bienestar...
La impresión principal del Foro: el modelo económico se ha agotado, y así lo reconocen públicamente las autoridades financieras, pero al mismo tiempo no saben (o al menos no lo dicen en voz alta) cuál debe ser el nuevo.
Inflación y tasas de interés: preocupaciones comunes
Si en años anteriores el debate sobre el tipo de interés clave y la inflación en el SPIEF parecía un seminario de formación, con desacuerdos corteses y formulaciones evasivas, ahora es un evento de pleno derecho, donde se despliega la dramaturgia de un punto de inflexión económico. El crecimiento se desacelera, la inflación no cede. La tasa se mantiene igual de alta. El debate se vuelve cada vez más tenso.
En la sesión plenaria, Vladimir Putin informó que la inflación al 16 de junio fue del 9,5 %. Para el presidente, esto es mejor de lo previsto. Para el público, es una señal alarmante. Porque la desaceleración simultánea de la economía y la inflación persistente no son solo estadísticas, sino una señal de alerta que se está convirtiendo en alarma. ¡La estanflación está a la vuelta de la esquina!
El viceprimer ministro Alexander Novak instó a no "enfriar" la economía con una tasa alta, sino, por el contrario, a "calentarla". Esta propuesta sonó casi desafiante en el contexto de la postura fundamentalmente firme del Banco Central, que abandonó la flexibilidad hace mucho tiempo y, al parecer, durante mucho tiempo. El representante del Banco Central, Andrei Gangan, respondió contundentemente: "Una rápida reducción de la tasa no conducirá al crecimiento del PIB, sino a una aceleración de la inflación". Una tesis simple, tras la cual se esconde una línea de defensa estratégica.
Maxim Reshetnikov intentó jugar con los matices. No exigió una reducción urgente de la "clave", sino flexibilidad. "¿No quieren que caigamos en el escenario turco?", preguntó con sarcasmo al Banco Central, insinuando la catástrofe de la inflación galopante en Turquía, causada por el rechazo populista a una política monetaria restrictiva. Pero mantener la tasa a un nivel que frene el crecimiento tampoco es una solución.
El ministro de Finanzas, Anton Siluanov, se convirtió inesperadamente en casi el principal optimista del Foro, sugiriendo no perder la fe. "Lo principal es la fe en la reducción de la inflación. Si creen en un 4%, sin duda se hará realidad", afirmó. El comentario sonó cálido, pero, a juzgar por la reacción del público, poco convincente. Los precios en los estantes son más convincentes que cualquier hechizo.
Esta vez, la directora del Banco Central, Elvira Nabiullina, se apartó del formalismo. Tras un punto muerto en la discusión, sugirió "hablar de música en lugar de la apuesta", comparando la situación actual con la Novena Sinfonía de Beethoven. "Es una composición compleja, no se puede adivinar la melodía de inmediato", explicó.
En las sesiones entre bastidores, representantes de las mayores instituciones financieras, incluyendo banqueros y macroeconomistas, reconocieron unánimemente que la inflación se ha estabilizado. Cada vez es más difícil influir en ella mediante los medios tradicionales, especialmente en el contexto de la interrupción de las cadenas de suministro, la limitación de las importaciones y la permanente turbulencia geopolítica. Uno de los participantes, economista del sector bancario estatal, describió la situación así: «Estamos impulsando la tasa sobre el asfalto, pero las ruedas patinan en la grava».
La pregunta principal sigue abierta: ¿qué hacer con esta grava? Algunos sugieren esperar a que la tasa empiece a bajar en otoño; otros están seguros de que, sin cambios estructurales en la economía, la política monetaria simplemente se convertirá en un instrumento inútil.
Este año, el debate sobre las tasas se ha convertido no en un ejercicio tecnocrático, sino en una expresión de ansiedad generalizada. Una reducción es peligrosa, mantenerla es doloroso. Pero lo más alarmante es que ni siquiera existe un entendimiento común sobre hacia dónde se dirige el rumbo actual.
El mercado laboral: un agujero por donde se va el crecimiento
Si antes se intentaba evitar el problema de la escasez de personal, en SPIEF-2025 ocupó un lugar casi central en la agenda. Ningún otro parámetro económico se mencionó con tanta frecuencia y de forma tan alarmante como la escasez de personal, y no solo de trabajadores, sino de personas capaces de realizar trabajos complejos y altamente productivos. La escasez de personal en el mercado laboral en 2025 es un diagnóstico.
«Rusia debe avanzar hacia una economía de altos salarios, basada no en la escasez de personal, sino en la mejora de la calidad y la productividad laboral», declaró Vladímir Putin en la sesión plenaria. Una fórmula que transmite tanto un objetivo estratégico como una preocupación acuciante.
El ministro de Trabajo, Antón Kotiakov, especificó que para 2030 se necesitarán 2,4 millones de especialistas, principalmente obreros. El presidente del RSPP, Alexander Shokhin, citó una cifra diferente: 11 millones de vacantes para 2029. Las cifras son diferentes, pero ambas indican una cosa: el déficit de personal es enorme y aún no hay indicios de cómo cubrirlo.
En debates entre bastidores, representantes empresariales —desde grandes empresas hasta pequeños productores— repitieron lo mismo: «Una terrible escasez de personal». Todos los estratos sociales participan en el debate: los escolares —la futura reserva—, los jubilados —a menudo mano de obra forzada—, los migrantes —una herramienta de emergencia para cubrir carencias. Pero ni siquiera esto funciona como antes. Uno de los participantes del Foro citó un caso reciente: «Trajimos vietnamitas a Sajalín; reprobaron el examen de ruso, y ahora los estamos trayendo de vuelta a nuestra costa. Y un albañil ya cuesta 300 mil». El aumento descontrolado de los salarios se está convirtiendo en una nueva trampa económica.
Bueno, el representante del Banco Central recordó: el costo de la mano de obra es uno de los factores clave de la inflación. Y mientras los salarios crezcan más rápido que la productividad laboral, la situación solo empeorará.
El aumento del salario mínimo a 27 mil rublos para 2026, anunciado por Kotyakov, beneficiará a 4,6 millones de personas. Pero, entre bastidores, afirmaron: indexar el salario mínimo no es tanto un aumento de la equidad como una presión adicional para las empresas, especialmente en las regiones pobres.
La viceprimera ministra Tatyana Golikova recordó que hasta el 70 % de las vacantes en los próximos años requerirán educación secundaria especializada. Pero es precisamente este nivel el que ha demostrado ser el más vulnerable hoy en día. «Los sistemas regionales de formación profesional no funcionan por demanda, sino por costumbre», se afirmó en las sesiones.
El nuevo ciclo laboral ya ha comenzado, afirma Elena Shmeleva, directora de la plataforma educativa: «Es un ciclo largo, de 20 a 30 años, tecnológico y geopolítico. Y estamos apenas al principio, todavía en el nivel escolar». Y por ahora, a nivel económico, hay déficit y sobrecalentamiento.
Tipo de cambio del rublo: entre el "real" y el "deseado"
Otro motivo de serias disputas es el tipo de cambio. «Estamos en el punto álgido de la incertidumbre económica», admitió el director del mayor banco estatal, German Gref. Indicó directamente el nivel que considera adecuado: «El tipo de cambio de equilibrio del rublo es ahora de 100 rublos por dólar. El tipo de cambio actual de 78-79 es demasiado alto. Esto supone un duro golpe para los exportadores y, en primer lugar, para el presupuesto».
"Fortalecer el rublo es perjudicial para la economía", coincidió Andrey Kostin, director de otro importante banco estatal. Según él, "es necesario orientarse hacia un tipo de cambio superior a 90 por dólar; de lo contrario, empezarán a surgir problemas sistémicos con las exportaciones y el crecimiento".
El primer viceprimer ministro, Denis Manturov, no evitó las críticas: «El tipo de cambio óptimo del dólar para los exportadores e importadores rusos es de unos 100 rublos». Según él, un rublo fuerte reduce la rentabilidad de la industria. Esta idea fue apoyada por el director de la RSPP, Alexander Shokhin: «Las empresas se guían por un tipo de cambio de entre 90 y 100 rublos por dólar, ya que es predecible y aceptable para la planificación y el trabajo».
Pero el Banco Central tradicionalmente mantiene su postura. "El tipo de cambio de equilibrio del rublo es el resultado del equilibrio entre la oferta y la demanda. Lo que vemos ahora es así. Aunque no coincida con las opiniones de los expertos", declaró Andrey Gangan, director del departamento de política monetaria del Banco Central.
El problema no solo reside en las cifras, sino también en las expectativas. Los ciudadanos necesitan un rublo fuerte; abarata notablemente la vida. Los exportadores exigen uno débil; de lo contrario, pierden ingresos y mercados. El presupuesto necesita un tipo de cambio que llene las arcas públicas. «Con el tipo de cambio actual, es difícil planificar. Y con uno fluctuante, es simplemente imposible», admitió uno de los participantes del Foro en los pasillos.
En este triángulo —población, empresas y Estado—, el equilibrio cambiario se ha convertido casi en un concepto filosófico. El tipo de cambio del rublo ha resultado ser más que un simple número: es el reflejo de un sistema con cada vez menos palancas y cada vez más obligaciones.
Petróleo y geopolítica: no hay tiempo para ilusiones
En SPIEF-2025, el petróleo no se debatió en los términos habituales de crecimiento de los ingresos, sino en términos de supervivencia y vulnerabilidad. La geopolítica es como un fondo opaco: audible, pero difícil de discernir hasta que empieza a actuar. Todavía no. Pero «existen ciertos riesgos», admitió el viceprimer ministro Alexander Novak. La logística funciona, los suministros están llegando, pero el mercado está tenso. Y reacciona a la más mínima señal.
El presidente Vladimir Putin intentó calmar los ánimos: «El aumento de los precios del petróleo es insignificante. No hay pánico. La situación no requiere una respuesta inmediata de la OPEP+». El ministro de Finanzas, Antón Siluanov, añadió con pragmatismo: «Por supuesto, el precio del petróleo nos proporcionará ingresos óptimos por petróleo y gas. Pero estamos desarrollando políticas independientemente de ello. El exceso de ingresos se destinará al Fondo Nacional de Bienestar, y gracias a Dios».
Sin embargo, entre bastidores, la conversación no giraba en torno a cómo repartir las ganancias excedentes, sino a cómo preservar la base. «La energía es la base de toda nuestra economía», recordó Novak. Pero también está bajo ataque: la logística se está volviendo más compleja, los costos son más altos y la búsqueda de nuevos mercados es difícil. «Los países árabes ya se están liberando de su dependencia de los monoproductos. Es hora de que nosotros también lo hagamos», resumió. Su discurso fue más un llamado que un análisis.
El secretario general de la OPEP, Haitham Al-Gais, aseguró que su organización excluiría los factores políticos del análisis de mercado. Pero, de hecho, ya están incorporados al precio del barril. Y, como señaló un economista presente en la sala, «ya no se trata solo del petróleo; es una compresión del mercado, la geopolítica y el sistema nervioso». Parece que este año el petróleo no es un ancla, sino un «eje» de toda la estructura económica.
Diagnóstico: adiós a las ilusiones
El principal resultado del foro es la pérdida del optimismo ritual. Este año, casi nadie lanzó gorras al aire ni gritó vivas. "Estamos en el punto álgido de la incertidumbre económica", admitió uno de los mayores financieros del país. Putin habló de la inadmisibilidad del estancamiento. Reshetnikov, del borde de la recesión. Nabiullina, del agotamiento de los recursos. Gref, del problema de los impagos... Incluso quienes durante años afirmaron que "todo iba bien" en nuestra economía, ahora son cautelosos en sus evaluaciones y pronósticos.
SPIEF-2025 ha sido un punto de inflexión: si antes se debatía cómo avanzar, ahora se trata de hacia dónde ir. Aún no hay respuesta. Pero por primera vez en mucho tiempo, se ha planteado una pregunta importante: ¿el camino habitual conduce a un callejón sin salida?
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